En el día nacional del mate y coincidiendo con San Andrés, el Salmón navegó las aguas profundas de su discografía en el Anfiteatro Municipal «Humberto de Nito». Aire de Santa Fe estuvo en un show de casi dos horas que recorrió todas las caras de un artesano de canciones con más de 4 décadas en el oficio.
En el día nacional del mate y coincidiendo con San Andrés, el Salmón navegó las aguas profundas de su discografía en el Anfiteatro Municipal “Humberto de Nito”. Aire de Santa Fe estuvo en un show de casi dos horas que recorrió todas las caras de un artesano de canciones con más de cuatro décadas en el oficio. El sábado por la noche, Andrés Calamaro se presentó en el Anfiteatro Municipal Humberto de Nito, ubicado en las cercanías del río Paraná en Rosario. El regreso a la ciudad donde alguna vez confesó haber brindado el mejor recital de su vida, se dio casualmente un 30 de noviembre, conmemoración de San Andrés y día nacional del mate. La velada de casi dos horas fue ante unas 5.700 personas, un número parecido al que según la Biblia, Jesús alimentó con el milagro del pan y los peces. Andrés, el santo que había encontrado al niño que tenía cinco panes y dos peces, es patrono de los pescadores de agua dulce. El salmón, se sabe, es un pez de agua dulce.
Saliva y sangre
A las 20.40, el escenario fue tomando color y sonido con Ilustrasónico, colectivo que versionó canciones de The Beatles, a la par que el baterista realizaba un work-in-progress que culminó con la pintura de la clásica imagen de Osvaldo Pugliese. Puntual, a las 22, Andrés Calamaro subió junto con su banda al escenario del Anfiteatro Municipal. Luego de saludar, se dirigió al piano eléctrico Rhodes de 54 teclas para marcar el inicio. En un clima donde la emoción se filtraba con cierta solemnidad sintetizada, el músico puso palabras (¡y, por cierto, sorprendió!): “Nuestro Vietnam / hecho de saliva y sangre”. La canción, una metáfora sobre las vidas que se llevó el sida en los ‘80 que no alcanza el minuto en ninguna de sus dos versiones incluidas en “Nadie sale vivo de aquí” (1989), fue continuada por la potencia de las baterías en lo que fue el primer pogo de la noche: “Alta suciedad”. Con dos Gauchito Gil al costado de Andrés, el siguiente pulso fue una interpretación más cercana al mid tempo de “Verdades afiladas”. En esa continuidad, se puede leer el espíritu del recital: un recorrido por las distintas caras de Andrés con el equilibrio justo entre hit, balada y furia.
Calamaro, Wiedemer, Kanevsky, Domínguez y Bruhn funcionan como una banda, y al cantautor se lo ve a gusto como uno más.
Al igual que en la única edición de Cosquín Siempre Rock realizada en febrero de 2005, el cuarto lugar en la lista fue ocupado por “Clonazepan y circo”. Marcelo “Cuino” Scornik, socio compositivo de Calamaro y autor de la canción, estaba en algún lugar del recinto. El público promedio de 30 a 35 años recibió con efervescencia la primera incursión en Los Rodríguez (“A los ojos”), con el clásico coro de cancha. En la próxima estación empezó a tomar protagonismo el trasfondo, las cuidadas visuales a cargo de Vicente Linares, que proyectaban el video de “Tránsito lento”. La década del ‘90, era en la que Andrés consolidó su faceta solista, volvió a darse cita en un himno que fue la banda de sonido de “Caballos salvajes” y de más de una generación (“Algún lugar encontraré”).
Otro de los momentos explosivos, por lo adrenalínico, fue “Me arde”, que dio paso a dos de las novedades: “Cuarteles de invierno” y “Diego Armando Canciones”. En un tono íntimo, cultivando el bajo perfil, el Salmón cantó e hizo dialogar con imágenes y gestos dos elementos neurálgicos del ser nacional argentino: Maradona y el mate.
Veo en el espejo lo que fui ayer
Entre breves alocuciones y mates energizantes, Calamaro mostró su versión más directa, apuntalado por una banda precisa (Germán Wiedemer, teclados; Julián Kanevsky, guitarras; Mariano Domínguez, bajo; y Martín Bruhn, batería). “Rehenes” y “Falso LV” fueron la antesala del momento más oscuro y más alto de la noche: “All you need is pop”. Esa canción con pasaporte salmonero que sintetiza maestros (The Beatles, Iggy Pop) y dialoga con una era previa (“Buena suerte y hasta luego”) aportó densidad al ambiente, que se multiplicó por la voz especialmente grave y el face-to-face del artista con las pantallas, como poseído por el espíritu camboyano.
Tan profundo se internó Andrés que encontró como próximo destino la hondura poética de “My mafia”, pieza musical en la que invitó al público a viajar desde las referencias originales (San Fernando, Mataderos y Villa Soldati) a los barrios marginales y caseríos de Rosario.
El recital fue un recorrido por las distintas caras de Andrés con el equilibrio justo entre hit, balada y furia.
El espíritu de Raíces, la primera agrupación con la que Calamaro participó en una grabación y en la que conoció a uno de sus mentores (Beto Satragni), apareció y desapareció en un instante con la intro candombera de “Tuyo siempre”. Ese clima de fiesta y de baile, que la Bersuit empezó a encontrar en 2005 y marcó el destino de la canción (en una entrevista concedida a Peces en el Aire, Juan Subirá reconoció que “no sé por qué salió una versión tan alegre”), se transformó en abrazo de amigos y novios en “Crímenes perfectos”. La Rosario de Coki Debernardi y Mauricio Maronna -saludados por El salmón- continuó vibrando en el ya clásico crossover funk entre “Loco” y “Corte de Huracán” (la única pista de la cumbre Calamaro-Nebbia titulada “El palacio de las flores”, 2006). A tono con la impronta del recital, balanceándose entre hits y exploraciones, continuaron “Cuando no estás” y “Los aviones”.
Agarrándome, dándole mi vida
En el segundo dedo de “El salmón”, la dupla Scornik-Calamaro afirma: “jugando al límite te podés lesionar, pero te morís jugando light”. Con esa filosofía salió a la cancha el quinteto. Vale decir: Calamaro, Wiedemer, Kanevsky, Domínguez y Bruhn funcionan como una banda, y al cantautor se lo ve a gusto como uno más.
El riff inconfundible de “El salmón”, obra abierta de Cuino y Andrés redecorada por el Indio Solari, generó otro pogo, hizo lagrimear a muchos de los presentes y cerró imaginariamente aquel hiato de cuatro años sin noticias de Calamaro al empalmarse con “Estadio Azteca”. Mientras en las pantallas, el Diego hacía jueguitos en su época del Nápoli y construía una vez más el mejor gol de la historia. Luego de saludar al astro futbolístico, fue el turno de homenajear a los amigos ausentes. El público se sumó al vertiginoso cántico del estribillo de “Los chicos” (originalmente, “El loro”), por el mensaje una suerte de precuela de “Adán rechaza”, mientras desfilaban imágenes de decenas de artistas fallecidos (entre los más aclamados, Luis Alberto Spinetta, Miguel Abuelo, Pappo y Gustavo Cerati) y asomaban dos versiones: “Smells like teen spirit” y “De música ligera”. El tándem de canciones de Los Rodríguez (“Milonga del marinero y el capitán” y “Sin documentos») fue la primera despedida de los músicos. Pero, hubo un regreso para “Paloma” y otro para “Flaca”. A las 23.50, se leía GRACIAS ROSARIO, y una nueva imagen de Maradona coronaba el concierto. Lo saludaba su hermano del alma, Diego Armando Canciones.
Foto de portada: Andrés Calamaro, a bordo del teclado en Rosario.
Publicado el 11 de diciembre de 2019 en Aire.

