Carolina Esses: «La poesía es el centro de toda escritura»

Carolina Esses: «La poesía es el centro de toda escritura»
La escritora y periodista bonaerense habló de «Flora de perfil», su flamante novela publicada por Emecé.

Carolina Esses nació en Buenos Aires en 1974. Es poeta y novelista. Es licenciada en Letras y estudió Bellas Artes en la Escuela Nacional “Prilidiano Pueyrredón”. Colabora con reseñas y artículos en el suplemento Ideas del diario La Nación y trabaja para la red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Flora de perfil” es su última novela, publicada por Emecé. A propósito de ella, dialogamos para Radio Nacional Santa Fe.

Montaje o goce

-¿Cómo recordás el proceso de escritura que derivó en «Flora de perfil»?

Yo venía de una novela que se llama «La melancolía de los perros» (Bajo la Luna, 2020) que había sido muy trabajosa. Tenía varios cuadernos donde había escrito la historia de los personajes en diferentes secuencias. Después, lo armé a modo de rompecabezas. La novela me encanta, quedó preciosa, pero había sido casi un trabajo de montaje.

Tenía ganas de escribir algo donde fuese más un goce de escritura. Como dice César Aira, tratar de ir hacia adelante. No armarlo tanto a modo de rompecabezas, sino encontrar una voz narrativa en este caso de un varón, lo cual también me pareció muy divertido a la hora de escribirla y dejarme llevar por esa historia. Se me había ocurrido un triángulo amoroso donde un hombre se enamora de una mujer que vive con un hombre que se viste de mujer. Esa era la idea inicial. Después empecé a indagar e indagar, hice un pequeño curso con Mauricio Kartún hace muchísimos años. Él hablaba mucho de indagar en la imagen o en las ideas, ir a fondo en esa indagación. En ese trabajo empezaron a aparecer todos los demás personajes, las escenas, las situaciones.

-¿Cuánto hubo de correcciones en el tránsito de la obra hasta su estado final?

-Empecé a escribir la novela en 2019 pero yo soy una escritora muy solitaria. No muestro nada hasta que no está muy terminado. Me da mucha vergüenza. No lo hago rodar antes. Me pasó también con las otras dos novelas que escribí. Entonces, sólo cuando yo consideré que estaba prácticamente terminada, te diría que a principios del año pasado, se la di a leer a una amiga escritora.

“La poesía es el centro de toda escritura para mí».

Lo que sí hice fue dárselo a leer a lectoras y lectores amigos que no son escritores. En ese sentido, si bien tengo amigas y amigos en el mundo de la escritura, no soy de mostrar por timidez. Pero sí soy de corregir mucho yo. Pensá que vengo de la poesía, soy muy meticulosa con las correcciones. Por suerte, cuando se la mandé a la editora Ana Ojeda le encantó y la novela salió tal cual.

Para adelante

-Hablabas de «ir para adelante» y de «venir de la poesía». Si hay algo que transmite el libro es la fluidez. Como dice Laura: «Prefiero que una frase lleve a otra». ¿De qué modo intervino tu voz poética para darle fluidez a la escritura narrativa?

-La poesía es el centro de toda escritura para mí. La forma de entender la palabra desde lo poético es como si fuese el núcleo palpitante que hay en lo que está realmente escrito. ¡Qué suerte que te pareció que se leía de una manera fluida! Porque hay muchas imágenes en la novela. Lo que pasa es que eso de ir hacia adelante, a lo Aira, es en realidad una mentira porque a Aira le saldrá obviamente (hay que ver si es verdad o no). Pero una, una vez que fue para adelante después es todo volver para atrás. Por eso, yo creo que hay un momento en la novela donde se gira en torno a lo mismo. Un poco escribir es eso: girar en torno a las mismas escenas varias veces. La impronta de las imágenes y lo sensorial, que viene de lo poético, trato de que esté siempre.

Tipo de poesía

-Una de las tantas claves de lectura de la obra es la búsqueda del narrador. Sabemos que es financista, pero a lo largo de la novela la vena poética de su madre va habilitando la curiosidad y el histrionismo. Parece ser el personaje que nos introduce a los lectores/as en el universo del arte.

-Él descubre un mundo. Yo siempre digo que el personaje de Laura, esta embajadora del under y del arte, es el entusiasmo que a mí me genera siempre el arte. Estás frente a una pintura que te gusta, que te conmueve y salís en paz con el mundo. Pensando que es un lugar mejor. Eso es lo que él empieza a darse cuenta, que hay una posibilidad de ser otro y que él jamás la había pensado antes. O quizá sí en esa madre y también en este juego de transformación que tiene con el dinero.

Ese es otro gran eje que a mí me interesa mucho siempre: el dinero, el trabajo. Él tiene esta capacidad, como dice, de hacer dinero con dinero. Es lo que hace muchas veces la Bolsa en detrimento de toda la sociedad más de una vez. Él siente que tiene esa capacidad de transformar y eso, a lo largo de la novela, lo empieza a llevar también a una idea del arte y también en su relación con la plata empieza a modificarse a través de la novela. Él descubre que puede ser otro. Eso es muy liberador de la ficción. Para mí escribir es eso: es la posibilidad de ser otra.

-El protagonista la frase de Wallace Stevens citada al inicio: «Money is a kind of poetry».

-Es una cosa muy loca porque Stevens tiene un libro que se llama «Adagia», donde son todas definiciones… y esa definición es muy enigmática porque uno pensaría que el dinero está en las antípodas de la poesía. Un poco la novela también giraba ahí (en el dinero, en los billetes), que en nuestra vida diaria sobre todo en la Argentina está tan presente.

Fiesta del lenguaje

-El otro epígrafe corresponde a Perlongher…

-Él tiene ese poema tan emblemático en relación a la última dictadura militar y a los desaparecidos («Cadáveres») y paralelamente tiene toda una poesía muy festiva del lenguaje, muy carnavalesca, donde utiliza neologismos, palabras que inventa. Se deja llevar por la sonoridad, por la felicidad del lenguaje. Eso me pareció que tenía que ver con la novela. De hecho, hay un momento en el que van a una lectura de poesía. Se cuenta que hay un documental: el poeta que aparece ahí yo pensaba que era Perlongher. En varias fotos aparece con un tapado blanco y que, además, es un poeta que encarna esas dos cosas: la cosa sexual y erótica, muy militante por los derechos LGTB (un pionero en los años ’80), y también era sociólogo, hacía encuestas. Tiene un libro sobre los taxi boys de Brasil.

-Me resonaba Zelarayán y su «Posfacio con deudas».

-Bellísimo. Yo no lo tengo leído a Zelarayán, pero tengo el mito Zelarayán. Además, es muy reivindicado por los poetas de los ’90, para Washington Cucurto y toda esa generación con la que yo empecé a escribir.

Sótanos

-Definís a Laura como «embajador del under». ¿Cómo recordás ese under?

-De hecho, uno de los temas que yo me preguntaba en la novela era si situarla en una época concreta o no. Y finalmente decidí que no, que sea un resto de los ’80, los ’90. También hay celulares, no queda del todo claro. Lo que sí queda bastante claro es que es una Buenos Aires que se está viniendo abajo.

“La tristeza es un núcleo de la novela».

Me acuerdo más de boliches como El Codo o había uno que se llamaba «The Age of Communication». Uno entraba y había una gran pintura de Jesucristo y del otro lado, una de Hello Kitty. Bien de los años ’90. Pero lo que sí me sirvió de mucha inspiración fue que más o menos en el ’94 en una fiesta a la que fui cantó un transformista. Es una categoría muy ochentosa en un punto. No es la travesti. Era un hombre enorme que no había hecho ningún esfuerzo por disimular sus rasgos de varón pero que estaba vestido de mujer. Eso me pareció una cosa increíble. Cuando cantaba su voz era muy grave. Esa cosa indefinida entre varón y mujer me inspiró muchísimo a la hora de escribir la novela. Queda un poco demodé, anclado en esos sótanos de los años ’80, ’90.

-La tríada que mencionabas, a su vez, está rarificada o intervenida porque se suma Ardor.

-Es raro, porque él está saliendo con Laura que le muestra todo el mundo del arte. Y a través de ella, conoce a Flora y parece que se enamora, se vuelve loco con Flora, se convierte en una obsesión. Pero el primer acercamiento que tiene a Flora es cuando ve a Ardor (Aníbal) en el escenario, cantando. Pareciera que él empieza a estar deseando a los dos. O quizá, ser Flora en esa pareja. Una cosa medio rara que no termina de definirse.

Una lectora amiga me dijo algo interesante. Ella me decía que había como una relación de espejos también. Está Laura, Flora, Aníbal/Ardor. Se genera como un universo de duplicaciones.

Melancolía

-Aparece muy fuerte la tristeza. Quizá sea el motor de la novela, ¿no?

-Eso es fundamental en muchas cosas que escribo. Por ejemplo, la novela anterior («La melancolía de los perros») trabaja la tristeza. Es una mujer, desaparece su hija, y a lo largo de la novela nos vamos enterando que la madre en realidad no la quería y tampoco quiere que vuelva.

Acá me pareció que cuando llegué a ese momento, era un núcleo de la novela. Poder ser otro, el brillo de las palabras, las posibilidades que abre el arte puede ser que sean formas de lidiar contra la tristeza. El narrador, cuando está hablando de trabajar en la Bolsa, en un momento dice: yo también veo a la gente que arrastra carros llenos de cartones. No crean que no lo veo. Pero piensen un poco en otra cosa.

-De hecho, una de sus características más importantes es la capacidad de observación.

-Él se instala en ese café y desde ahí va observando. Eso lo hecho más que nada en «Un buen judío», situarme en lugares puntuales de Buenos Aires. Mucho transcurre en el Once, una parte en Puerto Madero. Acá era esa esquina, Thames y Santa Fe.

-Hay una frase en el libro («ruina sobre ruina sobre ruina») que me llevó a «Catalina Bahía», de Pedro y Pablo.

-Qué lindo, no lo había pensado. De chica escuchaba mucho Pedro y Pablo. Una vez en 678 trataban de que Horacio González se peleara con Beatriz Sarlo. Y Horacio González, con esa calma que tenía, dijo: Pero, ¿cómo la voy a juzgar si la biografía no es otra cosa más que ruina sobre ruina sobre ruina? Me pareció magistral. No somos más que una ruina construida sobre otra y con eso armamos un pequeño paisaje.

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Foto de portada: Gentileza Emecé.

Publicado el 5 de agosto de 2024 en Radio Nacional Santa Fe.